lunes, 8 de junio de 2015

De corazón

Los que de corazón se quieren sólo con el corazón se hablan.

Francisco De Quevedo


Cuando nació Emiliano y supimos que había la sospecha de que tuviera Síndrome de Down, mi mayor preocupación era su corazón, y es que siendo el órgano más importante de nuestro cuerpo,  no importaba cual fuera el mal, si no la angustia diaria de saber que algo pudiera pasar. 


Su pediatra nos recomendó hacerle un eco cardiograma, me comentó que ella escuchaba algo raro, y que no era normal que se cansara tanto al comer. Javier siendo tan positivo como siempre me alentaba diciéndome que todo estaría bien, que estuviera tranquila; y lo estuve. 


8 de Abril 

Teníamos cita a las 7 pm, yo que temblaba por dentro, pidiéndole a Dios que nos cuidara, nunca en mi vida había estado tan nerviosa. 

Entramos, y comenzó a revisarlo. 

Lo descubrimos del pecho, y lo acostamos en una camilla; tan tranquilo como siempre se dejo hacer el ecocardiograma, la Cardióloga Pediatra no dijo nada mientras lo hacía. 

Termino y nos pasó a su consultorio, imprimió un dibujo con un corazón  y nos dijo que efectivamente, Emiliano presentaba una cardiopatía; Javier me tomo de la mano y ambos lloramos. 

Persistencia del conducto arterioso, un conducto que regularmente cierra cuando nacemos, por eso cuando estaba en la panza jamás nos dimos cuenta, porque es un defecto que todos como No-natos tenemos. 

Aunque la Dra. trato de explicarnos que es de las cardiopatías menos preocupantes mi cabeza solo pensaba en mi bebe, en lo que pudo haber sentido los primeros 2 meses de vida, y de como muy probablemente tuviera que ser operado debido al tamaño del conducto. Un soplo en el corazón. 

Confieso que esa noche no dormí, y es que quería sacarme mi corazón y dárselo a Emiliano, hable con Dios y le agradecí que fuera algo no tan complejo, pero era demasiado para mi, sentía que moría. 

Nada me preocupaba más que pudiera tener algo en el corazón y vaya, ahora lo tenía. 

Al día siguiente con los ojos hinchados, solo quería abrazos. Me hubiera encantado que Javier se quedara en casa, y sin hablar, abrazarnos a Emiliano y pasar nuestro día y el único para llorar, ya habría otros días para pensar en lo que haríamos. 

Lloré como nunca.

Y lloré y lloré. 

Le ofrecí a la Virgen de San Juan de los Lagos mi dolor, sí, me dolía el corazón, me dolía que sentí morir. Y así paso ese día, ese único día que me permití llorar. 

Aún no sabemos cuando se tendrá que operar a Emiliano, y la verdad es que no estoy preparada para ese momento, pero como hasta el día de hoy, papá Dios me ha dado la sabiduría para enfrentar cualquier situación, y siempre habrá un día para llorar y al día siguiente para sonreír. 

Emiliano Javier y yo, nos amamos con el corazón, y con el corazón nos hablamos. 




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